—Sí, chicas, por fin
he conseguido encargarme solo de los
casos de divorcio. ¡Ingenua de mí! —dice la abogada levantando la taza
de té.
—¿Qué ha pasado? —pregunta
una de las amigas recolocándose las gafas.
—¡En menudo berenjenal
ando metida!
—¡No nos tengas en
ascuas, señora letrada! ¡Cuenta, cuenta! —dice una pelirroja sentada a la misma
mesa.
—¿Aquí, en un bar?
¿Con toda esta gente oyéndolo todo?
—¿Un bar? ¡Pero si os
he traído a la mejor cafetería de la zona!
—Está bien. Cuatro
palabras, ¡que no me gusta hablar de estas cosas en público! —La abogada mira a
su alrededor y se acerca más a la mesa—. Veréis, normalmente, todo va de lo
mismo: discusiones, peleas, separación y divorcio. La casa, los niños y el perro
a ella, la manutención para él. A veces, las menos, él se queda a los niños. Lo
más complicado: los casos violentos, pero sigues la praxis y ya está.
—¿Y qué? —pregunta la
amiga de gafas.
—Ayer me pasaron un
caso, la custodia de un niño. ¡Tendríais que oír a la abuela! El niño tiene
tres.
—¿Tres qué?
—Tres abuelas.
—¡Joder!
—Pero ese no es el
problema, se pueden tener cuatro abuelas en los casos de adopción. Lo curioso
es que el nene tiene dos madres legales y un padre en teoría, en la práctica no, aunque este tampoco es el
problema.
—¿No os apetece un
chocolate caliente para entrar en materia? —pregunta la pelirroja.
—¿Te has vuelto loca?
¿Sabes las calorías que tiene eso? —dice la de gafas llevándose las manos a la
cabeza.
—¡Mujer! ¡Si estás
hecha un palillo! y la letrada no tiene de qué preocuparse ¡la toga le queda
bien ancha! A ver si me ve el tío del
fondo. ¿Os habéis fijado, chicas?
—Sí, hija, sí, ¡está
para mojar pan!—contesta la de gafas—Pero no te esfuerces demasiado, no tienes
ninguna posibilidad.
—¡Debería de daros
vergüenza con lo mayorcitas que estáis! —comenta la abogada.
—¿Desean las señoras?
—Tres chocolates
calientes sin azúcar añadido.
—¡Tendrá valor! —dice
la de gafas meneando la melena.
—Volviendo al caso,
¿el padre es padre por inseminación? —pregunta la de gafas.
—Exactamente.
—¡Los chocolates! y
sobres de sacarina para no morir en el intento —dice el camarero guiñando el ojo
a la pelirroja.
—¿Y qué pasa con las
madres? ¡Te ha guiñado el ojo!, monada…
—Una de ellas, la
donante del óvulo. La otra se encargó del
embarazo.
—¡No me estoy
enterando de nada! ¿Estás segura de que
me ha guiñado el ojo?—pregunta la pelirroja luciendo bigotes marrones.
—¡Cómo siempre la
última en enterarte! La letrada lleva un caso de matrimonio entre lesbianas
—contesta la de gafas indicando los bigotes de chocolate a la amiga.— Y ¡sí! te
ha guiñado el ojo pero te repito que por muy pelirroja que seas no vas a
comerte ni una rosca con el camarero.
—En el fondo es
sencillo, dos mujeres se casan y quieren ser madres —aclara la abogada— Un
amigo, que es gay, ofrece su semen sabiendo que
el pequeño tendrá dos progenitores legales y él estará siempre en la sombra. En fin, un plan lleno de amor y buenas intenciones.
—¿Y qué ha sucedido?
—Qué ninguno ató bien
los cabos. Separación y divorcio: dos madres, un donante y una abuela quieren
al niño. Tengo a la abuela que ofrece lo que ella considera una familia normal
y pide que encierren a esos locos egoístas. A un donante de semen que ahora ha
decidido ser padre y está dispuesto a cualquier cosa para conseguirlo, ha
propuesto a la gestante casarse con ella. Esta última que, teniendo todas las
posibilidades de obtener la custodia, se va de la casa porque la compañera ha
metido en el hogar a su amante. Y por último tengo a la donante del óvulo que
acusa a la gestante de abandono del hogar y, además, la demanda por querer
casarse con el donante de semen, alega que lo de su boda había sido todo un
engaño.
—¡No puede ser verdad!
—grita la pelirroja dando un golpe en la mesa— Estoy dándole vueltas al asunto
y no me lo acabo de creer.
¿Tú crees que ese empotrador que acaba de guiñarme el
ojo, además de camarero, puede ser gay?
Todas se miran antes
de echar una carcajada.